Mirar, intuir, reflexionar y descubrir

Lo terapéutico de la imagen fotográfica


Patricia Abarca
Doctora en Bellas Artes y Máster en Terapias Expresivas

La fotografía nos permite ver, intuir, pensar, reflexionar y descubrir diferentes puntos de vistas de una escena o de una imagen que tenemos ante nosotros, siendo también un medio contenedor –a la vez que de expresión y comunicación– de sentimientos y emociones, especialmente si esa imagen forma parte de nuestra vida. La imagen fotográfica es sugerente y tiene un gran poder evocador, no tiene barreras de tiempo ni espacio, podemos observar a través de ella nuestro universo emocional y la transformación que hemos experimentado desde el pasado, así como los cambios en el presente, y del mismo modo la ilusión del devenir, como cuando se proyecta una terapia fotográfica con fotografías progresivas desde el momento actual hacia el futuro.

Por eso, cuando esta experiencia interna que conlleva, tanto la imagen fotografiada como el proceso fotográfico en sí, es guiada de manera adecuada, conduce a una forma de conocimiento –y de autoconocimiento– con efecto terapéutico. Hay experiencias muy interesantes en algunos centros hospitalarios en las cuales se ayuda al paciente a sobrellevar la enfermedad mediante una vía de liberación y de desarrollo a través de la fotografía, como por ejemplo es el caso del hematólogo Carlos Canal, quien ha trabajado con su cámara al cuello en la unidad de cáncer del Hospital Carlos Haya de Málaga, o las experiencias del fotógrafo y arteterapeuta David Vinuales, pionero en el desarrollo de la FotoTerapia en España. Sin embargo, este efecto terapéutico también lo pueden experimentar aquellas personas que sin padecer ninguna enfermedad física necesitan ordenar y calmar su mundo interior, buscando además una vía creativa de autoconocimiento y desarrollo. En estos casos el proceso les ayuda a centrarse en sí mismos para explorar y observar la realidad desde otra perspectiva; tal como expone Fina Fanz en su libro “La Fotobiografía”, una nueva mirada sobre las imágenes e historias del pasado pueden ayudarnos a vivir con más plenitud el presente”.

En esta línea terapéutica vinculada con la fotografía es necesario diferenciar dos procedimientos distintos: por una parte, el que se denomina Fotografía Terapéutica, en el cual la persona desarrolla un proceso de fotografiar su mundo externo –o de fotografiarse a sí mismo– con un fin terapéutico pero que simultáneamente también puede conllevar un sentido artístico, son casos en los cuales se utiliza la cámara y la imagen como agente de cambio personal o social. Es, por ejemplo, el proceso que desarrollan las mujeres que fotografían su transformación corporal durante una quimioterapia o tras una mastectomía; o cuando se trabaja la fotografía con adolescentes en riesgo, o con reclusos, con el fin de que experimenten una vía de expresión del propio mundo interior, entregándoles una herramienta de comunicación simbólica de aquello que sufren y que no pueden expresar con palabras.

Por otra parte está la FotoTerapia, que utiliza la imagen fotográfica como medio de introspección, de autoexploración, de reflexión y de autoconocimiento, permitiéndonos observar la realidad con una nueva mirada. Aquí, si se quiere profundizar, es fundamental la presencia de un profesional terapeuta que guíe la experiencia y el diálogo que se produce entre la imagen fotográfica y la persona, ya que del mismo modo que con la pintura, el dibujo o el collage, estas imágenes nos conectan con el inconsciente, más allá de donde nos llevan las palabras; y a partir de ahí, mediante conceptos, historias y símbolos, podemos explorar la realidad, el pasado, lo actual, nuestros deseos y anhelos, nuestro pensamientos, sentimientos y emociones más profundos.

La fotografía es como un viaje a la memoria donde afloran aquellos momentos especiales, buenos y no tan buenos, congelados en el tiempo y que forman parte de la historia de una persona; las fotografías emergen entonces como huellas que señalan el rumbo físico y emocional de esa historia; del mismo modo, estas huellas narran una forma de autorretrato íntimo y subjetivo, que nos desvela el propio proceso de la persona al interior de esa historia. Generalmente ocurre que la exploración no sólo nos hace conscientes del pasado sino que también nos desvela nuestra realidad más intrínseca en el aquí y en el ahora, en el momento actual de la vida. Y como ya hemos visto, en la fotografía terapéutica podemos también proyectar y señalar el “desde aquí en adelante”, como cuando decidimos fotografiar las etapas de un embarazo –o en el peor de los casos, de una enfermedad– para ir identificando, expresando y comunicando lo que implica esta nueva etapa de nuestra vida, elaborando y liberando todo el bullir interior que nos inquieta.

Cuando se observa una imagen fotográfica, descubrimos su significado según lo que sus componentes visuales evocan en nuestra mente, y esto variará según el mundo interior de cada observador. Por lo tanto el mensaje de una fotografía es construido en parte por el fotógrafo y en parte por quien observa la fotografía. El mensaje variará entonces dependiendo de quien mire la fotografía (del mismo modo como ocurre con la pintura); ya que nuestras percepciones, nuestro mundo emocional y nuestras experiencias de vida son los que finalmente encuadran y definen lo que percibimos como real. De este modo, el contacto con la propia realidad desde un medio lúdico y creativo como es la fotografía nos ayuda a desbloquear y traspasar las barreras internas, facilitándonos una visión más consciente de lo que nos sucede y ofreciéndonos un horizonte más amplio de lo que podemos hacer para mejorar nuestra vida. Todos tenemos fotos enmarcadas en nuestra casa formando parte del entorno cotidiano, y muchas veces no nos detenemos a considerar el universo emocional inconscientemente arraigado que guardan esas imágenes, que hemos elegido enmarcar entre muchas otras.

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Les propongo coger una de ellas, observadla por un momento en silencio, escuchemos lo que nos dice la imagen, a continuación respondamos con el pensamiento, luego en voz alta, dejando salir las palabras aun cuando no nos parezcan coherentes; volvamos a observarla en silencio, reconstruyamos y visualicemos con la imaginación y en cámara lenta la escena que nos trae a la memoria dicha fotografía, finalmente escribamos el relato de esa escena y de aquello que nos aflora en el momento presente. Leamos el relato en voz alta, descubramos entonces atentos a lo que nos sugiere nuestro inconsciente, que se ha liberado en nuestro interior.

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