Enfermos, pero no vencidos

Para Carolina Torres, "cuando cambias la mirada y ves lo que puedes hacer, la vida se transforma y vives con alegría, fe e ilusión". Tras recuperarse de un momento crítico por los efectos de una grave patología, tardíamente diagnosticada, comparte un testimonio que pone el acento en el amor incondicional

Quién es

Bióloga especializada en temas marinos, escritora y experta en salud, Carolina Torres cuenta con una larga experiencia en actividades deportivas, cuerpo-mente y danza. Profesora de ciclos formativos de sanidad, pilates y biomecánica, ha sido pionera de SUP Pilates y creadora del método Flowing Health. A los 35 años le diagnosticaron hipertensión arterial pulmonar, enfermedad crónica degenerativa. En "Cómo vivir una enfermedad incurable", libro en el que colaboró la filósofa y escritora Montse Barderi, publicado por Urano, cuenta su historia y propone un estilo de vida saludable, optimista, además de presentar el Flowing Health. 
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Aurelio Álvarez Cortez

-¿Cuándo y cómo diagnosticaron tu enfermedad, Carolina?

-Era una mujer muy activa, trabajaba en un instituto de profesora de ciencias y por las tardes lo hacía en un estudio de pilates. Tenía mis clientes y proyectos. En 2016 mi hermana enfermó por un tumor cerebral y falleció en agosto de ese año. Por entonces me notaba cansada, pensaba que era por el trabajo, los problemas familiares de salud… El día del entierro de mi hermana tuve la primera pérdida de conocimiento y los médicos la atribuyeron a una crisis de ansiedad. Esos síncopes se repitieron hasta 18 veces. Al séptimo les pedí por favor que me hicieran pruebas porque algo pasaba en mi corazón, pero me dieron ansiolíticos, antidepresivos, visitas al psiquiatra. Hasta que me ingresaron por un ataque de epilepsia y en el hospital tuve dos síncopes más. Una cardióloga vio que tenía presión muy alta en los pulmones. El diagnóstico fue hipertensión arterial pulmonar.

-El pronóstico no resultaba nada bueno. ¿Qué sucedió?

-Ingresé en la UCI casi prácticamente muerta. Parecía que mi vida ya se terminaba. Lo primero que pensé fue en mi madre, iba a tener dos hijas muertas. Entonces me pregunté “cuánto has vivido y cuánto has amado, Carolina”. Vi que el marcador estaba a cero. Me había dedicado a mi vida profesional, a cuidar a mi familia por temas de enfermedad, pero yo no había disfrutado con alegría y amor. En aquel momento, la curiosidad por saber qué pasaba si luchaba me aferró a la vida de nuevo. Pedí ayuda, curarme, sanarme. Hice un pacto con el cielo y dije que eliminaría mi ego, limpiaría mis pensamientos, haría las cosas desde el amor, disfrutaría, que abrazaría y me entregaría a la vida. En esos instantes vi cómo una luz muy densa me atravesaba el corazón y los pulmones. Lloré mucho y sonreí al mismo tiempo. Fue una vivencia muy fuerte, estaba feliz. Sentí amor incondicional y cada día las pruebas salían mejor. Al cabo de un mes empecé a andar, en dos meses respiré sin suministro externo de oxígeno, y a los tres meses salí del hospital. He mejorado, el corazón se va recuperando, puedo caminar hasta 5 kilómetros. Soy bastante autónoma, aunque no estoy curada.

-En la UCI contactaste con lo que llamas Fuerza Oculta, que tenemos todos. ¿Puedes explicar exactamente qué es?

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-Siempre he tenido una parte muy espiritual desarrollada en mí. Desde pequeña hablaba con la naturaleza, el mar, los árboles, los animales. Nunca me he sentido sola, sino acompañada por una fuerza interna que me hace ir hacia adelante. En la UCI contacté con ella al entender por qué no me había muerto antes. En uno de mis desmayos caí hacia delante, me rompí los incisivos y el maxilar. Cuando desperté, creí que estaba sobre un cojín, en una nube, y lo primero que pregunté fue quién me había entubado. Un vecino que había escuchado el golpe de mi caída dijo que no tenía ningún tubo. Pero yo había sentido que me habían dado oxígeno, había visto incluso cómo lo hacían. Eran seres que estaban ahí.

-¿Esos seres a los que mencionas como “médicos del cielo”?

-Sí. Otros dirán Dios, Jesús, Buda… Para mí son los “médicos del cielo”. Y estas experiencias se han repetido en el metro de Barcelona, en el coche… una presencia muy estilizada que me tranquilizaba y protegía de los golpes. Los médicos del hospital están realmente sorprendidos de mi recuperación tan excepcional. Creen que he tenido ayuda externa, no saben cómo, y eso que son científicos, pero han visto lo que ha pasado, dicen que es un milagro. Mi libro va dedicado a ellos, que me salvaron la vida.

-Reivindicas la alegría, la fe y el optimismo como instrumentos que no niegan el problema, la enfermedad en este caso, pero que sirven para llevarlo bien.

-El problema está, tengo una enfermedad rara, incurable, invalidante y progresiva, actualmente en investigación. El tratamiento es paliativo. La medicación es muy cara. Recientemente hice una donación para una chica venezolana, 18 años, que necesita el tratamiento. No puedo agarrarme a un “no”: no puedo correr, tampoco trabajar, no tengo pareja; pero si lo hago, me hundo mañana mismo. Entonces agarro los “sí”. Cuando cambias la mirada y ves lo que puedes hacer, la vida se transforma y vives con alegría, fe e ilusión.

-Es lo que pasa con la actitud del montañista, que piensa en el siguiente paso, no en la cima, según dices.

-Sí. No sé qué pasará dentro de diez años, si necesitaré oxígeno, mi madre será mayor, cuando necesite algo y como no tengo familia qué sucederá, no puedo trabajar… Por tanto vivo cuidándome mucho, leyendo, cultivándome, intentando volver hacer esos ejercicios que practicaba. Puedo pasear en la naturaleza, estar con mis perros, sentir amor, alegría y emociones positivas de agradecimiento a la vida por esta segunda oportunidad. En el Eclesiastés se lee “hay tiempo de vivir, tiempo de morir, tiempo de sembrar, tiempo de recoger”. Me tomo la enfermedad como un tiempo de estar muy tranquila, de haber esparcido semillas para ser mejor persona. La finalidad es tomar este proceso como una vía de crecimiento personal y espiritual, porque en el momento de morir lo único que importa es qué alma entregamos, el cuerpo lo dejamos.

-En un apartado recomiendas “pon un perro en tu vida”…

-Un perro, un gato. En mi caso, he crecido con perros desde los 8 años. Cuando salí del hospital tenía que dejar el que había sido mi piso durante 12 años, y sentí unos pinchazos en el corazón. Me asusté y vino Montse Barderi, con quien ya había escrito el libro. Trajo a Djuna, una teckel de 5 años, de pelo duro, muy amorosa, que le alegra el día a cualquiera. No la conocía, pero fue al sofá cama donde yo estaba tumbada y se puso encima de mi corazón. Este “choricito de amor”, como me gusta llamarla, colocó su cuerpo sobre mí. La energía que transmitía me llenó con un amor tan fuerte, incondicional, que los pinchazos desaparecieron. Una noche, la zona donde tengo el tubo por el cual se introduce la medicación estaba lacerada; la tapé con un apósito y Djuna se puso encima. A la mañana siguiente la ulceración prácticamente estaba curada. Para mí esta perra es un regalo del cielo y así tengo mi marcador con cien por cien de amor.

-Cambian las prioridades estando enfermo. ¿De qué modo las jerarquizas en tu situación?

-Cuando estamos enfermos todo es una montaña de dificultades, y hay que priorizar. Por ejemplo, el autocuidado y el entorno, la higiene personal, una buena alimentación, rodeado de personas que nos quieren, en un ambiente muy agradable que nos haga felices, con cosas que aprecias, limpio, luminoso, con aromas de plantas, son prioridades básicas que debes mantener para que las dificultades no sean tan grandes.

-El tema de la soledad aparece como un telón de fondo en tu historia. ¿Cuál es la fórmula para estar bien contigo misma?

-Desde mi ingreso en el hospital he trabajado mucho con meditación y visualización para estar bien conmigo misma. También estar agradecida por el simple hecho de estar viva, de sentarme tranquilamente, concentrarme en la respiración, inhalando agradecimiento, amor, bondad, alegría… Y previamente hacer un trabajo para diluir los pensamientos distorsivos de la realidad. Luego, considerar que ante lo que he perdido aparecen otras alternativas; por cada “no” siempre hay algo bueno. El tiempo en soledad lo disfruto muchísimo.

-Ética y valores predominan en tus palabras.

-Son muy importantes en el camino de vida. Ser una persona justa, con voluntad, con el valor de lo sagrado.

-Y cuando aparecen emociones negativas, ¿cómo las gestionas?

-En la UCI yo pacté curarme, tener vida, a cambio de dejar mi ego, los pensamientos negativos, las turbulencias mentales. Es un reto gigantesco porque tengo mi carácter, soy una persona hiperactiva mentalmente. Era ultraperfeccionista y explotaba de una forma muy intempestiva ante situaciones que no me gustaban, conducta que ahora no me puedo permitir. Si me irrito y pongo agresiva, quedo hecha polvo, no puedo salir de la cama. Ha pasado en pocas ocasiones, pero la base que me ha hecho reflexionar para no hacerlo más es mirar lo bueno, que me quieren. Intento decir las cosas correctamente, ser agradecida. Si las personas fueran más bondadosas con el corazón más puro, con capacidad de dar y recibir amor, no habría tanto sufrimiento, todo iría mejor.

-Una cosa es disfrutar y otra muy distinta alienarse.

-El ser humano necesita sentir que vale, que hace las cosas bien, recibir llamadas, reconocimiento, y a veces nos vamos de viaje para salir de la prisión de la mente, huyendo. Nos sentimos solos porque no nos sentimos queridos en forma auténtica, esto crea vacío, baja autoestima. Es importante estar con quienes te quieren, aunque sean una o dos personas, y cuidarlas muchísimo, porque el amor te da paz, plenitud, y el amor incondicional es muy difícil de encontrar. Puedo leer, escuchar música, pintar, estar con mis perros y pensar que los médicos investigan. Tengo tiempo para mirar las plantas, poner los pies en el río y el mar entre semana; tiempo para querer, aprender más, disfrutar. Es lo que te llevarás de esta vida.

-Presenta tu método Flowing Health.

-En el hospital practicaba Flowing Health. Desde el día que entré en la UCI medité y visualizaba estar curada, sana. Siempre estaba viéndome en la tabla de stand up paddle, haciendo pilates. Mi método me ha ayudado a recuperarme, a salir de la UCI sin dolor de espaldas, úlceras o rojeces. ¡Tenía los abdominales marcados! Mi editora, Rocío Carmona, me regaló un libro de Joe Dispenza en el que decía que si haces ejercicio mental tu cuerpo se beneficia más de un 30%. Actualmente no hago ejercicio y estoy súper fuerte. Me veo durante este tiempo bailando, ejercitándome, todo con la mente. Es fluir en el estado de salud.

-¿Qué disciplinas integras en este sistema?

-Como he trabajado de profesora de curas auxiliares en enfermería y llevaba la asignatura de movilizaciones en camas y sillas, como también clases para personas en rehabilitación, he tomado la técnica de pilates en corrección postural con movimientos de danza, taichí, y la filosofía de yoga Iyengar de apertura de las articulaciones. Es decir, es la parte física de la filosofía del Tao, de fluir con la naturaleza, creando una unión, sin estancarnos en los problemas. Hay ejercicios para personas que están en cama inmovilizadas, para prevenir contracturas y mantener las articulaciones activas para cuando se puedan levantar. También para hacer en silla de ruedas, de pie, paseando, al levantarse, antes de ir a dormir, y muchos más avanzados son los ejercicios en colchoneta. Diferentes programas de ejercicios muy sencillos, sutiles, de los cuales hay vídeos en mi web, para estar dispuesto a vivir más sano mental y anímicamente, aunque tengas cualquier patología. El F.H. es un método para todas las fases de convalecencia y recuperación.

-¿En qué consiste la regla del 2 x 60?

-En la cama de un hospital, o en silla, pasas muchas horas. Por eso recomiendo dos minutos de movimiento adecuado por cada 60 minutos de descanso, movilizando los brazos, las piernas, las articulaciones.

-“La verdad fundamental es que eres alguien que intenta vivir con plenitud y conciencia, haciendo las cosas lo mejor que puede y sabe”. ¿Cómo te aplicas esta frase tuya?

-El libro es para personas enfermas y también sanas. Necesitamos vivir con plenitud y autenticidad absoluta. La enfermedad te da la oportunidad de reconocerte, una vez más, y poder actuar con más conciencia, con valores éticos, para ser mejor. Hay muchos caminos, uno caminará meditando, otro en la postura del loto, otro nadando, otro en su jardín, etcétera. La única verdad es hacer el camino que tú necesitas acorde con tu esencia.

-¿El epílogo del libro es el mismo que podrías escribir hoy? Porque dices que podría cambiar a partir de la fecha de su lanzamiento.

-Actualmente estoy en las manos del equipo del Hospital Clinic de Barcelona, siendo mucho más consciente de mi enfermedad. Hay que tener confianza, fe, y no sé cómo estaré en la presentación del libro. Creí en un momento que no podría hacerlo… El futuro no lo conocemos. Podemos desear y proyectar algo, pero también encontrarnos con sorpresas. El epílogo hoy es, más o menos, como está escrito.

-Cuestionas que existen casos que por ser mujer el diagnóstico certero tarda en llegar.

-A las mujeres siempre nos atribuyen problemas físicos a causas emocionales. Cada vez que estoy ingresada en el hospital, cuatro o cinco ocasiones en un año, he visto mujeres con quienes he compartido habitación porque por un pequeño dolor de intestino no les habían hecho caso y al cabo de dos años se trataba de un cáncer de estómago. El cuerpo biológico puede fallar. Yo era una persona deportista y mi cuerpo falló. Sé que llevaba mucho sufrimiento con una hermana con tumor cerebral, un padre fallecido, y siempre peleando en la vida, pero hay otras personas que tienen más problemas y no sufren de hipertensión arterial pulmonar.

-¿Puede ser tu misión en la vida ser faro que ilumine a otros en su rumbo vital?

-No soy quien para dar consejos a nadie, pero abro un camino de vida que trasciende penurias y las etiquetas de “discapacitado”. Tengo una enfermedad cardiopulmonar, con una discapacidad del 55 por ciento, pero anímica y mentalmente estoy mejor que cualquiera. Todos tenemos discapacidades, como también diferentes inteligencias. Hay que sacar el potencial y el valor para superar esa parte discapacitada porque existen otras mucho más capacitadas. Una enfermedad no nos tiene que arrinconar en la sociedad. Estamos enfermos, pero no vencidos. Mi libro es un camino de esperanza, abierto, no dogmático, tampoco religioso. En el momento de morir pensemos cuánto hemos vivido y disfrutado. Con mi enfermedad me di cuenta de ello.



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Stanislav Kondratiev
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